Educación, hiperactividad y déficit de atención

Hace poco tiempo he tenido la oportunidad de colaborar con el Blog del Espacio Seryluz, con el tema “Comportarse como adulto siendo tratado como bebe”, donde hacía una reflexión sobre la necesidad de comunicación, confianza y afectividad para un correcto crecimiento infantil, posibilitando que los niños se conviertan en adultos sanos emocionalmente, autónomos y con autoestima suficiente para superar algunas crisis que puedan surgir por el camino.

No me dedico a la educación infantil más que cualquier otra madre o padre que pueda estar leyendo lo que escribo. Sin embargo, tengo la sensación que estamos suprimiendo la infancia de los niños de hoy, eliminando la magia de la imaginación infantil (quizás perdiendo grandes mentes creativas por el camino).

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La educación de hoy se basa en un intento de perfección y competición, que nos llevará a complejos de superioridad/inferioridad, intolerancias y violencia. También a desequilibrios que afectarán la salud, como ansiedad, depresión, y déficit de atención.

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Imágen retirada de https://me.facebook.com/LaGenteAndaDiciendo

La ansiedad en un niño apenas debería ser visible cuando se acercan a su escondite y está a punto de ser encontrado, tocándole contar hasta 100 para que se escondan los demás amigos. ¿La depresión? No debería ser una palabra asociada con la infancia, aunque cada día está más presente en nuestros menores.

Hiperactividad y déficit de atención  son otras palabras cada vez más escuchadas.

En los últimos años, el número de niños que no son capaces de concentrarse o que manifiestan cambios comportamentales no paró de aumentar. Aquellos que se vuelven demasiado pasivos son frecuentemente señalados como modelos a seguir, ignorando el hecho que un niño es un ser social y energético, que no se debe aislar sino compartir. En el lado opuesto, están los niños con exceso de energía (y, por lo tanto, difíciles de controlar). Éstos últimos serán, posiblemente, tachados de maleducados y terminaran con terapias direccionadas a la reducción de su actividad (dejarán de hacer ruido, pero el problema seguirá sin resolver).

Personalmente, creo que es posible resolver el problema con un poco de paciencia y técnicas adecuadas. He tenido la oportunidad de conocer niños diagnosticados como hiperactivos que encontraron su equilibrio sin recurrir a fármacos (por opción de los padres). Y aunque creo que muchos hiperactivos en realidad no lo son, merece la pena invertir en actividades sin efectos adversos que, en el peor de los casos, “apenas” les aportará serenidad y equilibrio.

  • Actividades introspectivas – Son importantes para ganar consciencia de uno mismo y de las emociones. Al conectar con el mundo interior, los niños aprenden a identificar sus emociones y a gestionarlas. Un ejemplo de una actividad introspectiva es la meditación, sin embargo, aunque sea benéfica, es quizás la más complicada de poner en práctica si no contamos con un profesional adecuado (y con experiencia). Otras actividades que nos pueden proporcionar un nivel de introspección son el Yoga y Aikido.
  • Actividades de concentración – Su importancia está más relacionada con la interacción entre el niño y el ambiente externo. Cualquier actividad puede ser trabajada desde este punto, siendo importante que sea placentera para el niño. En niños con exceso de energía, busco una actividad más física que les permita direccionar ese exceso energético hacia un objetivo específico. Los juegos de equipo (futbol, básquetbol) son buenos aliados aunque también la música puede ser una opción (guitarra, batería).
  • Actividades de acción – Estas actividades buscan alcanzar una conducta basada en la empatía y solidaridad. Se trata de ayudar al niño a enfocar su actitud hacia acciones positivas. También aquí los juegos de equipo juegan un papel importante, permitiendo la diversión dentro de un conjunto de reglas y estimulando el trabajo en equipo.

Si estas actividades nos pueden ayudar en nuestro camino, hay muchos otros puntos a tener en cuenta.

Además de la alimentación, que juega un papel importante en el equilibrio tanto físico como emocional, sería importante averiguar si no existe una exposición excesiva a productos tóxicos. A diario estamos expuestos a más tóxicos de los que pensamos (desde aditivos de la comida a compuestos presentes en detergentes, cremas y perfumes) y no todos reaccionamos igual.

Son muchas las causas que pueden llevar a desequilibrios en la infancia. En el caso de hiperactividad y déficit de atención, por ejemplo, es seguramente un conjunto de varios factores que se debe tener en cuenta.

Pero lo principal (además de buscar apoyo de un profesional siempre que necesario) es no encasillar un niño con adjetivos negativos. Educamos con el ejemplo, con amor y paciencia.

Para terminar, os dejo copia del post publicado en el Espacio Seryluz, Comportarse como adulto siendo tratado como bebe:

En materia de educación, todo son teorías.

No hay padres ni métodos de educación perfectos. Nos basta con buscar un poco de información para encontrar la opinión de muchos especialistas, opiniones estas muchas veces contradictorias. Pero, ¿no sería de esperar que los especialistas en educación opinasen igual (por lo menos parecido)?

La respuesta sería SÍ, si la educación fuese una ciencia exacta, si niños y ambiente fuesen constantes de una ecuación (y aun así, no es lo mismo 1:2 que 2:1).

Cada niño es un ser único, resultado de la suma de material genético (mitad de cada progenitor, elegido al azar por una naturaleza que es sabia) y del ambiente en que crece y se desarrolla. Para complicar un poco más, este ambiente (que es mucho más que una casa o un país) puede influenciar nuestra vida según las experiencias anteriores que nos tocó vivir.

Con tantas variables, se puede entender que especialistas opinen distinto y que los padres nos sintamos, por veces, tan perdidos.

Por mucho que lo intentemos, no seremos perfectos. Nos vamos a equivocar o, por lo menos, siempre nos quedará la duda (qué hubiera pasado si…). Nuestros padres también se han equivocado algunas veces, igual que nuestros abuelos. Y ¡aquí estamos!

No existiendo educación ideal e infalible, nos toca intentar educar nuestros pequeños lo mejor posible, dentro de nuestras creencias (educativas) y de unos límites saludables.

La sociedad cambió mucho y sigue cambiando. Si pensamos en nuestra infancia y en la que se vive hoy, nos daremos cuenta de las diferencias. Hay diferencias en el tipo de juegos, en la tecnología pero también en las reglas de la propia sociedad. Estas diferencias, que sucedieron de forma tan rápida, no nos permitieron una adaptación. No podemos recurrir a los moldes educativos de nuestros padres para educar nuestros hijos puesto que esas reglas no tendrían sentido en la sociedad actual. Actualmente, los hijos tutean a los padres y demás familiares, algo considerado de muy mala educación hace no mucho tiempo.

Pero, ¿hasta qué punto estos cambios siguen en los límites saludables?

Soy naturópata y no especialista en educación, pero me permito tener mi opinión al respecto (como persona y como madre).

Los límites serán saludables mientras permitan un desarrollo feliz y sin perjudicar a los demás (nuestra libertad termina donde empieza la del otro).

Es aquí donde empiezan a surgir las dificultades.

Hace poco tiempo, encontré una amiga (una especialista en educación) y hablábamos justo de este tema.

Según ella, hoy se nota una gran falta de autoridad, lo que lleva a todos los problemas tan conocidos en los días de hoy: bullying, depresión y ansiedad en edades tempranas, entre otros.

Mi opinión es distinta. Personalmente no creo que tengamos que vivir relaciones autoritarias con nuestros hijos, pero es necesario sustituir las reglas de mando por comunicación, afectividad y confianza.

Si hubo algo en que ambas compartíamos opinión, es que no será posible crear adultos equilibrados si no les permitimos ser niños.

¿Cómo podemos pretender que un niño reaccione como un adulto si hay ocasiones en que incluso a los adultos nos cuesta reaccionar de forma correcta? Más, ¿cómo queremos que reaccione como un adulto si los mantenemos en una burbuja, viendo peligros en cada rincón?

A veces me parece que, si existiera la posibilidad, los mantendríamos dentro del vientre materno para tenerlos protegidos a cada minuto del día.

Pero empecemos por partes.

Comunicación.

Si queremos que nuestros hijos se conviertan en adultos, quizás tenga sentido tratarlos como tal. De nada sirve querer un resultado y trabajar en otro sentido. Por supuesto no dejan de ser niños de un día para otro, pero pueden tomar determinadas decisiones y ayudar en las actividades del hogar. Principalmente, hablar mucho, hablar de todo. Crear una relación basada en la comunicación, donde podemos hablar pero también debemos escuchar. Dónde sus opiniones y decisiones cuentan, siempre que no conlleven un peligro real.

Confianza.

La confianza es la base de una relación sólida, pero debe existir en ambos sentidos. La confianza aporta seguridad en uno mismo, lo que permitirá al niño jugar, explorar su mundo y relacionarse. En una relación donde exista verdadera confianza, no hace falta la burbuja ni el control desmedido. Incluso porque querer no siempre es poder. Queremos que nunca se haga daño pero no podremos hacerlo. Si hay confianza, acudirán a nosotros cuando necesiten y estaremos allí para apoyarlos. La parte más complicada, quizás sea saber hasta dónde se les puede dar libertad, pero si hay comunicación, estoy segura que lo tendremos claro. Confianza es dejar volar y saber que volverá al nido.

Afectividad.

“A amar no se aprende amando sino sintiéndonos amados”. Esta frase la escuché hace ya tiempo, no sé quién la dijo pero la veo muy acertada. Es la primera enseñanza que le damos a nuestros hijos cuando, al nacer, sienten nuestras caricias, les alimentamos y cuidamos. Personalmente no creo que se deba dejar llorar a un bebe. Si llora, nos necesita y debemos estar allí para que entienda que está en casa, que está seguro (sí, muchos especialistas no estarán de acuerdo conmigo). Es esta afectividad que, en conjunto con la confianza y la comunicación, va a formar la autoestima de nuestros hijos. Más, de esta relación saldrán los modelos de sus relaciones futuras.

Después de todo esto, no podemos olvidar que el crecimiento es un proceso. No podemos mantenerlos en el vientre materno y no debemos tirarlos a la vida adulta (llegarán a ella cuando sea el momento).

Hasta pronto,

Idália Viviana

 

 

 

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